De camino a Sax, Alicante, desde Zaragoza, tierra de Goya, hicimos una parada obligada en Valencia, para ver el remodelado Museo de Bellas Artes de San Pío V con sus nuevas y valiosas incorporaciones, como es la magnífica colección Orts-Bosch, y en especial, contemplar las obras de los dos amigos pintores, Goya y Juliá, que se encuentran juntos en las salas del siglo XVIII, acompañados por obras de Francisco Bayeu, José Camarón Bonanat, Salvador Maella y Agustín Esteve Marqués.
Los dos pintores coincidieron en el tiempo y en el espacio en Madrid, hicieron amistad y debió ser bastante cotidiana, ya que Goya realizó dos retratos de Juliá, donde nos deja una buena imagen de un pintor serio y sensible y algo tímido, no tiene la fuerza de la mirada del maravilloso cuadro de su cuñado y profesor, Francisco Bayeu, en negro y grises, que nos mira con la fuerza de un creador de gran potencia, al que Goya admiraba, o el cuadro del grabador valenciano Rafael Esteve Vilella, que mira al espectador con decisión del artista seguro con sus útiles de trabajo que lo han hecho famoso en la historia del arte gráfico español. O el retrato de Don Mariano Ferrer y Aulet, quien fue secretario de la Academia de San Carlos de Valencia en 1785.
También se encuentra en la sala el bello retrato de grandes dimensiones, de una dama con un perrito sentada en un tronco, que realizó Goya en Valencia en el verano de 1790, identificado como Doña Joaquina Candado, poseedor de una decisión en la pincelada que se puede observar en toda la superficie del cuadro, en especial, la fuerza que imprime el pincel en el tronco del árbol en que se encuentra sentada la retratada, y en el perrito que la acompaña, lo que viene a demostrar una vez mas, el gran pintor de animales que es Goya. Los fondos son grises y verdosos, con un gran sentimiento romántico.
Acompañan a estos retratos dos pequeños cuadros de la década de 1770-80, Los juegos de niños, Niños jugando al balancín y a El paso, con tonos de mañana invernal, en las afueras de una ciudad o pueblo cerca de un rio, ya que hay ropa tendida y ruinas a lo Piranesi, como si fuera Roma, con un monillo observando los juegos infantiles.
Acompañan a estos retratos dos pequeños cuadros de la década de 1770-80, Los juegos de niños, Niños jugando al balancín y a El paso, con tonos de mañana invernal, en las afueras de una ciudad o pueblo cerca de un rio, ya que hay ropa tendida y ruinas a lo Piranesi, como si fuera Roma, con un monillo observando los juegos infantiles.
Asensio Juliá está representado por dos cuadritos, uno por el que es reconocido, ya que está firmado, el que titulan El Naúfrago, donado al Museo por el propio pintor, y otro con las mismas características técnicas, sin firmar, titulado El Ajusticiado, procedente de la colección Casa -Torres y adquirido por la Generalitat en 2004.
Estas pequeñas obras se enfrentan a su maestro y amigo en este Museo, y constituyen una buena oportunidad de ver dos personalidades distintas, una amplia y genial, como es Goya quien no deja secar la pintura sino que trabaja sobre mordiente, rápido e inventivo al instante, el color lo utiliza para describir sus pensamientos y su pincel lo acompaña con rapidez.
Juliá es tímido e inseguro, con un buen gusto para el color, aprendido de Goya, pero los dos cuadritos tienen la misma tensión cromática, siendo temas distintos, como son un paisaje marino, o un pobre ajusticiado, que no da pena pues vaga en la superficie. La pincelada es corta trazada con un pincel cuadrado, va superponiendo pinceladas monótonas, distantes una de la otra, que no cambian de un cuadro a otro. Ver la realización de los árboles en ambos, haga clik en picasa, para ver las imágenes.
Después de recorrer Alicante, Murcia y Almería, Málaga, y finalmente Madrid para ver la gran exposición de Joaquín Sorolla en el Museo de El Prado, visitamos a Goya mientras esperábamos nuestro turno para ver al pintor del mar. Antes de entrar en la sala de las Pinturas Negras, encontramos al gran Coloso de Goya acompañado de dos carteles en español e inglés, en los que le adjudican el cuadro alegremente a Juliá. Se ve que los expertizadores del Prado no han visto el Museo de San Pio V de Valencia, ni han comprobado la abismal diferencia técnica y conceptual entre Goya y Juliá, ni se han dado cuenta que en la parte inferior de El Coloso, lo que hay es el número 17 no una letra.
Carlos Barboza Teresa Grasa
Restauradores Facultad de Bellas Artes de San Fernando, Madrid.
UNESCO, Roma. Miembros de ICOM.
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