La misma suerte corrió el Real Soto de Roma, ya que, en decreto del 22 de julio de 1813, las Cortes de Cádiz se lo donan en perpetuidad al Duque inglés, conservando su propiedad sus descendientes hasta 1940. Goya presentía este cambio, o lo hizo con intención, el superponer uno sobre otro, como en la propiedad, en la que se suceden sus propietarios.
un rato, un minuto, un siglo;
pero que todos sepan que no he muerto;
que hay un establo de oro en mis labios;
que soy un pequeño amigo del viento oeste;
que soy una sombra inmensa de mis lágrimas……